Tengo 35 años
y estoy embarazada por primera y, espero, única vez en mi vida. Aunque usted no
lo crea no estoy embarazada para demostrarle a nadie lo "mujer" que
soy. Respeto tanto a las mujeres que se niegan a cumplir con este mandato
social, como a las que deciden ser madres, en cambio, respeto menos a las que
no lo piensan y simplemente se embarazan como si se tratara de comer helado, es
decir, como si fuera un acto sin menores consecuencias que aumentar unos
kilillos, sin embargo, no soy quién para juzgar a nadie y eso lo tengo muy
claro.
Respecto al
embarazo debo decir que lejos de esa idealización con que muchas mujeres asumen
este período, yo debo admitir que no ha sido fácil. No ha sido fácil por muchas
razones: implicó un cambio en mi vida y en todas sus dimensiones: emocional, física,
profesional, social y familiar.
Lo emocional,
¡vaya!, estoy sumamente sensible y me
siento a veces muy feliz, pero a veces, profundamente triste y preocupada y sola
y abandonada, es una mezcla de emociones, por un lado la ansiedad de que todo esté
bien con la niña, por otro el temor de que algo salga mal. Por un lado la expectativa
de que será una niña que pueda alcanzar su independencia, por otro el temor de
que sea una niña con alguna condición que se lo impida. Por un lado el sentirme
chineada y protegida por mi pareja, amigos y familia, por otro sentir que me
abandonan y que no les importo al menor “descuido”, en fin, no es como suelo
ser, pero es lo que estoy sintiendo (a mí tampoco me gusta).
Lo físico va
desde los achaques, las náuseas, los mareos, el aumento de peso, el cambio de coloración
en los pezones, los pies hinchados, las encías inflamadas y sangrantes, el
calor, la presión arterial, en fin, baste decir que extraño ir al médico y que
cuando le diga doctor me siento mal no me responda: es normal.
Lo
profesional, bueno, ciertamente a mi edad, ya tengo un perfil de lo que profesionalmente
me gusta y adónde quiero llegar, sin embargo, ahora tengo el deseo (o no sé si
la inventada necesidad) de trabajar más desde casa, buscar y replantearme las
posibilidades para poder estar más cerca de mi hija, por lo menos, el primer
año (donde espero además poderla amamantar).
Lo social, pues ya no es lo mismo, mis amigos
fumadores (que son la mayoría) ya me dejan por fuera de sus conversaciones, por
razones obvias. Las reuniones, los conciertos, las salidas nocturnas, en mi
estado, no hacen gracia y pueden ser hasta contraproducentes. Mi esposo no está
embarazado conmigo (eso hubiera sido lo ideal, sin embargo, él decidió que no haría
el sacrificio y no lo culpo, si fuera al revés, yo probablemente hubiera
actuado igual) así que en una fiesta tengo que ver como se levanta y me deja
sola para fumar, por ejemplo. Mis amigos igual me visitan y se los agradezco
profundamente, porque salir cada vez me gusta menos, me agito demasiado, camino
muy lento, los zapatos me aprietan, etc. En mi casa puedo estar cómoda, con cualquier
ropa y con zapatos apropiados, puedo subir los pies, en fin, puedo hacer eso
que mi cuerpo necesita por ahora.
En lo
familiar, pues obviamente, mi esposo y yo ahora esperamos una hija, hay que
reestructurar la casa, ordenar y limpiar, preparar a las gatas, prepararnos
nosotros. Hablar con mi madre sobre aspectos de la crianza que quiero que ella
respete, es decir, establecer límites con la familia que con todo el amor del
mundo y las mejores intenciones pueden hacer o decir algo que es totalmente
contrario a lo que nosotros hemos establecido como reglas de oro en la educación
de esta niña. Hay que planificar, establecer presupuestos, tener un ahorro, en
fin, empezar a funcionar como una familia, hasta ahora mi esposo y yo hemos
funcionado “individualmente” cada uno cumple sus obligaciones financieras
dentro de la casa y con lo que sobra (si sobra) hace lo que quiera, algo me
dice que eso tendrá que cambiar. Habrá que variar la alimentación que tenemos y
el habito de comer lo que sea cuando nos dé flojera cocinar. Los fines de
semana “son para levantarse tarde y descansar” será cosa del pasado y la vida que mi
esposo y yo solíamos tener dará un giro, no sé si será tan “maravilloso” como
todos los padres y madres te dicen, pero sí sé que será difícil, sin embargo,
hay que enfrentarlo y punto.
No hay día
que no me pregunte si valdrá la pena, si seremos capaces, si no acabará esto
con nosotros y con nuestra relación, de algo estoy segura, la maternidad se le sigue
recargando a la mujer (especialmente porque biológicamente es imposible
cambiarlo, al menos, por ahora) y al final, ella es la responsable de lo que
pase, ya sea malo o bueno. Yo trataré de involucrar a mi pareja en todo lo que
pueda y creo que hay muchas cosas que él asumirá sin que se lo pida y por amor
(como ha sido con las gatas) pero una hija, no es una gata y requiere aún más
atenciones y cuidados, pero también necesita mayor instrucción y disciplina.
A diferencia
de tantas mujeres que me miran hoy día felices y satisfechas (como si yo hiciera
esto por la insistencia con que me preguntaban cuándo iba a tener un hijo) la
maternidad no estaba en mis planes, ni en mi proyecto de vida. Lo incorporé
recientemente porque creo que es cierto que la gente que piensa diferente también
debe reproducirse, porque de las cabezas cuadradas ya estamos hartos, porque
quiero educar a esta niña para que piense y viva de una manera diferente a lo
que imponen las tradiciones, las religiones, etc. Espero que ella sea una
persona ética y no religiosa, una persona solidaria y no egoísta, una persona
racional y no fanática, eso me bastaría, pero sobre todo, deseo que mi hija sea
independiente, segura de sí y capaz de conocerse a sí misma, de valorar sus cualidades y reconocer sus defectos.
El embarazo sí que es un período especial, eso
es todo lo que puedo concluir.