martes, 8 de noviembre de 2011

Sobre el amor filial -y otras desviaciones-

Presentación del libro de la poeta: Angélica Murillo

Es un honor para mí, presentar el segundo poemario de esta talentosa poeta, como ella misma lo aclara, este libro es cronológica y estilísticamente, anterior a
Variaciones en la trayectoria de una hormiga, sin embargo, en efecto, es su segundo libro, posterior al inédito Circomística.
Aunque he tratado de no convertir esta presentación en una narración absolutamente personal e intimista, me gustaría, al menos caer en la tentación de humanizar y personalizar, antes de empezar a hablar del libro que nos convocó esta noche y, por eso, les pido una disculpa, pero, como de todas maneras no creo en la objetividad, no pretendo convencerlos de que mi lectura sea desvinculada y “científica”, por el contrario, mi lectura (como la de cualquier lector) esta mediada por lo que soy, por las lecturas que he hecho, los referentes culturales que poseo, mi deformación académica, etc.
Años atrás, en este lugar (la casa de cultura popular José Figueres Ferrer) Angélica, Marcel, Sergio, Edward, Gustavo y yo, nos reuníamos para hablar de poesía, para comentar nuestros textos y tratar de ayudarnos, unos a otros, en esa búsqueda tan desesperada de la literatura. Nuestros caminos, tomaron rumbos distintos, también nuestro concepto e interés por la literatura fue variando, cada uno, quizás, tuvo su epifanía personal al respecto y, tras esa nueva búsqueda literaria o no, cada quien enfrentó o asumió su proyecto de vida, no obstante, hoy me llena de emoción saber que más personas fuera y dentro de este país puedan conocer la poesía de Angélica, pues su escritura siempre ha marcado, para mí, un horizonte.
Hablar de la poesía de Angélica Murillo es abrir la puerta a un nuevo paradigma, esta poesía no solo reta al lector en términos formales (estilísticos), sino que lo enfrente a una visión del mundo y de las relaciones desesperanzadora, sin embargo, como dijo Saramago: “los pesimistas son los que cambiarán el mundo, porque los optimistas están maravillados con lo que hay en él”.
Sobre el amor filial y otras desviaciones es un libro que nos deja más inquietudes que respuestas. Esta poesía es fresca y tiene toda la fuerza de una poeta cuyo bagaje y riqueza expresiva son, cuando menos, apabullantes. Este poemario nos hace un recorrido por temas y paisajes para nada cómodos, debemos salir de la zona de confort y arrastrarnos en el fago de nuestra condición humana. 
La poeta arremete contra algo que en Occidente se ha idealizado y puesto en un altar: la familia, probablemente no sólo en Occidente, supongo que tiene que ver con la necesidad de sobrevivir: la horda, la manada, la tribu, esa necesidad evolutiva de saber que pertenecemos a algo y de cuidarnos las espaldas, sin embargo, este poemario, nos pone en jaque, respecto a aquello que siempre se ha mostrado como lo ideal.
La casa que la poeta dibuja en estas líneas, no es un espacio de recuerdos agradables, esta es la casa manicomio, esta idea se encuentra en el primer poema “Perdió la cabeza (literalmente)”. El yo lírico plantea: “Pero yo prefiero decirles la verdad: esto es una celda. Puede ser un manicomio, un burdel, una concha. Ohhh sí una casa”. Evidentemente, dada la alusión que el hablante hace a “La casa de Asterión” cuento del argentino Jorge Luis Borges, esta casa, no solo representa ese espacio íntimo, familiar, esta casa es el mundo que, en palabras del hablante, no se ubica como un lugar “ideal” sino como una celda, un manicomio, una concha, estos tres lugares representan un encierro involuntario, una captura. El burdel, por otro lado, es ese espacio que, si bien, no podría definirse en términos de encierro sí es un espacio que simbólicamente representa un desafío a la “moral” tradicional, a los valores tradicionales, es un mercado donde lo que se vende es sexo, aquello con lo que solo el ser humano es capaz de lucrar, somos la única especies capaz de no involucrar la reproducción (de burlarla incluso) a favor del placer.
Este primer poema nos define al hablante y nos marca el terreno: “yo era su mascota futurista, su juglar sin epopeya”, acá el hablante nos advierte que no habrá hazañas que cantar, por el contrario, nos veremos inmersos en una lírica que si bien, nos envuelve y maravilla por el ludismo que caracteriza a esta poeta, también nos deja muchos cuestionamientos sobre algunos valores que cimentaron y aún estructuran esta sociedad.
El segundo poema “Pintura animable con atmósfera nihilista” vuelve un poco al reproche por el tratamiento del ser humano como una mercancía, en el afán por sobrevivir, hemos hecho de todo un negocio y esto en detrimento de nuestra especie, pues aquello que no puede venderse deja de importar, el valor que se da a las personas y a lo que producen no es estrictamente un valor, sino un precio. El poema se desarrolla en una escena, claramente urbana, donde al final, lo único que importa es no develar la muerte, mantener esa incógnita parece ser lo único que sostiene a los personajes de esta pintura, de este collage, si me permiten.
El tercer poema recrea el génesis desde la metáfora de la virtualidad, ciertamente, esta manera de entender el mundo desde el espacio cibernético nos hace repensar y cuestionar nuestro origen y paradero como especie, además, nos permite jugar con el mito demiurgo y los arquetipos de Adán, Eva y el Demonio, el hablante no desaprovecha la oportunidad de hacer su propio mito, que es consciente o conocedor del mito anterior “No caeré de nuevo. No en el mismo río”, este paraíso desprovisto de inocencia, de ingenuidad, este nuevo Paraíso ha creado otra especie, otro pecado y otras culpas.
Este poemario reinterpreta la literatura y algunas de sus fuentes inagotables, la cabellera femenina, por ejemplo, fuente de cientos de relatos y mitos, quizá ninguno tan aterrador como el de Medusa, el cuarto poema nos habla de la melena Melusina, que no se reelabora a partir de las víboras que caracterizan a la Medusa tradicional, esta melena más bien se describe como una planta carnívora, que el hablante vio crecer, primero la observó degustar del targuá y luego la vio devorar a “uno que otro conejillo de indias”. El juego fonético del poema es tan embelesador que solo el que tenga una historia, una fábula tan sólida estructurándolo, nos permite descartar que sea gratuito o un puro ejercicio de estilo.
Los poemas dedicados a Emilia, son todo un cuestionar nuestra condición humana, lo natural, lo social, el viaje, la raíz, la muerte, la vida, la ciudad y la selva, las eternas paradojas que ya en el siglo XXI no intentamos resolver, forman parte de una especie de “conocimiento” de “estado de la cuestión” que arrastramos sin que nos interese formular una nueva hipótesis de estudio.
El poema “Anómalo animal” es ese retrato de familia que deja ver esa deformidad moral o social que nos carcome, pues somos animales y reprimir o poner etiquetas al comportamiento “natural” es algo que hacemos asumiendo una superioridad que al principio se supuso divina y luego se sostuvo desde la racionalidad y el paradigma científico, no obstante, ha servido de poco este ser civilizado, pues cuando es necesario, nos demostramos unos a otros, que nuestra naturaleza, a pesar del filtro social, puede ser la más peligrosa de todas.
La poesía de este libro está llena de referentes culturales, es un constante diálogo del hablante con el cine, la música, la filosofía la literatura, la física, la biología, pero sobre todo, es un diálogo o un intento de diálogo con el lector, el hablante, nos pide a gritos que respondamos sus provocaciones, casi nos habla con esa pose de “Maja desnuda en el tres catorce” y embiste contra nosotros, nos recuerda: “Tu jaula es el mundo/ tu jaúl y mi sueño: seguir tendida con la Nada, mientras la muerte –la muerte y no vos– se encarga del boceto”. De nuevo la metáfora del mundo como jaula, prisión o cárcel y de la muerte como hilo de Ariadna, la muerte es el sentido, la respuesta, la estructura.
El hablante nos cuestiona agresivo en cada frase, de vez en cuando un coqueteo, sutil, suave, pero no nos recibe el poema con los ojos cerrados y el labio dispuesto al beso, nos recibe una bofetada, un golpe que intenta despertarnos: “Árboles que foto-nicotinan y aceras como cunas donde nacen dos mendigos por minuto”. El paseo por la ciudad no nos devuelve la esperanza, la urbe es una granja, un espacio de domesticación, pero además de producción, de explotación.
Una cuarta parte del poemario “Y los pants sin cremallera” nos lleva hacia una serie de personajes femeninos con características que en poco se parecen a la tradición, mujeres o voces femeninas que básicamente están perfiladas por cierto desdén, cierto cinismo, en alguna medida, pero el rasgo fundamental es la poca importancia que le dan estos personajes a decir lo “correcto” a decir lo que la sociedad podría esperar de ellas, además del intertexto y el juego de palabras que son la constante en el poemario (tanto que el poema “Mi hermana”, es la suma de los títulos de las partes del libro más un verso). Este poemario, en su visión desencantada, parece extendernos la literatura, la poesía como última tabla de salvación, a pesar de todo, aún se puede hacer arte, jugar con las palabras y retar a la vida con una metáfora, quizás hasta se pueda ganarle la partida y encontrar en eso su sentido.
Este poemario nos permite, como lectores, llenar el espacio en blanco, poner lo que hace falta, la poeta nos concede el derecho de hacer nuestra propuesta, de completar el poema, es en este punto donde el lector participa del diálogo, de esta partida de póker.
La quinta parte del libro, cuyo título es “Se fue un día en el parque como quien” contiene el poema “Sobre el amor filial – y otras desviaciones-“es un poema que hace eco del incesto, sin embargo, la poeta extrapola esta imagen en un referente cultural y simbólico más abarcador. Esta última parte del libro parece hablar de reproches o desamores, desencuentros y despechos, pero todos se enfocan desde la literatura, desde una metáfora anterior que se retoma con el objetivo de crear una suma de imágenes que van rompiendo sus orillas para hacerse parte de este collage, de este libro cuya plástica, tan bien lograda, hace de los poemas una secuencia de cortos que terminan como “una partida de black jack” donde el lector, poco atento, podría perderlo todo (literalmente).


Selene Fallas

lunes, 24 de octubre de 2011

El dios poeta

El dios poeta

En el fondo ya sé que no hay nada
que cuando el reloj marque la hora
no habrá hacia adónde voltear los ojos,
Pero me gusta pensar, a veces,
que dios es un poeta
y que el paraíso es para nosotros,
que allí nos serán recompensadas
todas las penurias que vivimos aquí,
que será un lugar lleno de laberintos
y juegos de palabras,
que habrá gente hermosa
ahí donde ponga la mirada.
Todos entenderán las ironías
y el trabajo, ese trabajo con mayúscula,
privilegiado e importante
será el de construir (o al menos entender)
algunas metáforas…
Y habrá un pago por eso
y los poetas seremos respetados
e incluso seremos admirados,
leer será una labor importante,
a diferencia del cálculo,
la gente dedicada a esa labores
de salud, de ingeniería,
labores técnicas o administrativas
serán los que desperdician el tiempo
y se encargarán de funciones misceláneas
y, por eso, se les pagará poco,
pues su trabajo, al final, podría hacerlo cualquiera,
no es en realidad importante, ni necesario,
ni para dios, ni para nadie en este paraíso.
Nadie entiende porque dedicaron su vida a labores tan inútiles
e incluso sus padres se avergüenzan de ellos…
Ya sé que soy mezquina, pero sin dios, no hay esperanza
de ningún paraíso, y mi único consuelo es la imaginación.
Además con este poema, yo misma me condeno,
pues no tiene metáforas, si alguien quiere jugar
a abogado del diablo, le diré que el segundo y tercer versos,
más que una metáfora son un lugar común.

lunes, 26 de septiembre de 2011

Gráfico

El eje “y” representa la poesía,
el eje “x” la metáfora,
como término general
que engloba
cualquier comparación o figuración
en el uso del lenguaje.
El 80% de los poemas del corpus,
los cuales se seleccionaron
de manera aleatoria,
usan un 80% de metáforas construidas
del modo A es B;
el restante 20%, lo hace con metáforas
del tipo A es como B.
Lo sé poetas para ustedes el dato es totalmente
irrelevante, pero para la psicología es todo un avance.

Selene Fallas

lunes, 29 de agosto de 2011

Cuando se muere un artista yo...

Independientemente de si me gusta o no, de si lo conozco o no, apartando aquello que no tiene nada que ver con el arte, cuando se muere alguien, a quien considero un artista, me pregunto, ¿cuándo vendrá por mí la huesuda?
Inmediatamente pienso en todo lo que no he hecho, en tantos proyectos que no he concluido y no sé si concluya...en tantos amigos que extrañar, en mi familia y en Eduardo… en que nunca más escucharé su risa, ni lo veré a los ojos nunca jamás… en fin, algo más que extrañar, junto con el vino, la buena poesía, las canciones cursis que me gusta escuchar y mal cantar y todo aquello que me hace la vida mejor, soportable, amable, incluso.
Aferrarme a la vida no me salva de perderla, debo beberme hasta la última gota, debo hacer más y pensar menos, debo disfrutar más lo que hago, disfrutar el trabajo, debo hablar con los amigos más a menudo, debo vivir por lo que vale la pena, por lo que extrañaré, aquello prescindible, eso no merece mi tiempo...
Pero qué es lo que quiero hacer con el tiempo que me quede, ¿no sé cuánto sea?, en realidad, nadie lo sabe, aunque se tenga un plazo, es una cita a ciegas, sin lugar, ni fecha ¿Qué es valioso para mí en este mundo? En realidad me gusta escribir, viajar, comer, amar, leer, ver cine, enseñar… eso es lo que me gusta, ahora, el problema es cómo ganarme el dinero, creo que la moneda para que Caronte me ayude a cruzar el Estigia, no será suficiente…no sé, me temo que para hacer lo que me gusta pago el precio de ocuparme en lo que no amo. Este es mi caso, obviamente, hay gente afortunada que ama su trabajo y que lo integra a su vida. En realidad mi problema es que soy muy cobarde para tomar la decisión de vivir solamente para lo que amo, ese es mi problema.
La muerte de un artista es doblemente triste, porque son pocos los que durante una vida llevan ese estandarte, son pocos los que se atreven a ser artistas y pagar el precio que eso conlleva, la vergüenza de aceptar trabajos por hambre o la de no aceptarlos y pasar hambre.
Son pocos los que llevan la cruz del artista, el amor hacia lo que muy pocos valoran y aún cuando su arte es valorado, siempre es un “lujo”, el artista no es necesario en estas sociedades, lo que hace o deja de hacer importa poco… si acaso terminará siendo otro objeto de consumo, pero nunca, nunca será esencial, en este país, el arte se paga bien, si el artista se vende bien…
No sé, tal vez divago demasiado para decir que no soy quien para juzgar a un artista (o a todos) cada uno tendrá sus motivos para venderse o no. Todos terminamos vendiendo o hipotecando el alma de todas maneras.
No puedo juzgar a un artista que acepte cantar para el grupo de poder, tampoco puedo juzgar al que no tiene cabida en la academia (tiesa, por lo demás) y al que termina hipotecándole su vida al vicio o al que inmune a todos los “males del artista” se levanta airoso cada mañana y vive como si no hubiera nada más entre sus manos que el trabajo, la comida y el descanso…
Tal vez, es cierto, yo no soy artista, no tengo derecho a hablar de los artistas, pero, tengo derecho a intentar entender porqué la muerte de un artista es simplemente más triste que la de un empresario, porque aunque todos los seres humanos somos únicos, aunque el empresario haya sido un ser humano maravilloso y su empresa la mejor del mundo, eso no significa nada para quienes no trabajaron en su empresa, o para quienes no lo conocieran, pero cuando se muere un artista, se desaparece un punto de vista del que se apropiaban muchos, se apaga una voz plural, se cierra la puerta de un refugio.


viernes, 26 de agosto de 2011

Medianoche en París

Esta película es encantadora, ¿a quién no le gustaría encontrar en París a los artistas que más admira del siglo XX o del XIX y sentarse con ellos a conversar? Un sueño hecho realidad para Gil (Owen Wilson), quien tras participar en una degustación de vinos, decide caminar solo de regreso a su hotel y tiene la mejor aventura de su vida.
El tópico de que toda época pasada fue mejor, en este largometraje se resuelve de dos maneras, se acepta como lo hace el personaje de Adriana (Marion Cotillard) o simplemente, se supera. El protagonista decide no quedarse en el pasado, pues observa, que no importa cuán maravillosa es la época que se tiene enfrente, existe la tendencia a creer que el pasado fue mejor, entonces, entre otras razones, por la falta de antibióticos en el siglo XIX, decide regresa a vivir y disfrutar el tiempo en que le tocó vivir.
La relación de Gil con su prometida Inez (Rachel McAdams) es terrible, nos hace pensar en porqué algunas parejas deciden casarse aún cuando todos los demás observan que tienen muy poco (o nada) en común, sin embargo, esto también se resuelve.
Hay una importante evolución del personaje, quien gracias al encuentro que tiene con otros artistas abre los ojos frente a la realidad. El guión de la película es la novela que escribe el protagonista, un recurso bastante ingenioso, la fotografía de la película (a cargo de Darius Khondji) es maravillosa, permite al espectador dar un paseo por una de las ciudades que, culturalmente, ha influido más en Occidente y de la mano de los artistas más importantes del siglo pasado (y ante pasado cuando llegamos a La Belle Époque).
Los personajes están bien definidos y ese juego entre la realidad y la ficción hacen de esta película un clásico. El humor es otro recurso importante, personalmente, me divertí muchísimo mientras la veía. Escuchar a Gil confesarle a los artistas surrealistas su situación, me hizo reír muchísimo, pues sabía de antemano, que era con ellos con quienes el protagonista podía desahogar su verdad, sin ser tomado como un loco. Además, la escena en que Gil explica el cuadro de Picasso a Paul (Michael Sheen) el snob amigo de su prometida, quien como todo teórico pedante, cree saber y entender las obras mejor, incluso, que su autor, es hilarante.
Tener como personajes secundarios a Ernest Hemingway (Corey Stoll), Scott Fitzgerald (Tom Hiddleston), Pablo Picasso (Marcial Di Fonzo Bo), Luis Buñuel (Adrien de Van), Salvador Dalí (Adrien Brody) y Gertrude Stein (Kathy Bates), entre muchos otros importantes artistas de la época, libera al director de la presión de mostrarlos con la reverencia y el detalle que podría tenerse en un film de carácter biográfico. Estos artistas vienen a dar frescura y humor a la trama, así los recibe el espectador, de manera que no es tan exigente con ellos. Esto es un recurso estupendamente usado por parte del director.
Mi recomendación es que vean la película, pues la van a disfrutar, las actuaciones están bastante bien y el guión es uno de los más ingeniosos que tenga la historia del cine, esta película, bien vale una misa.

domingo, 15 de mayo de 2011

El tiempo

El tiempo tiene espalda
y a veces me sostiene,
a veces sólo se voltea
indiferente a mis manos.
El tiempo tiene piel
y abraza si hace frío,
y ahoga siempre... Siempre.
El mundo se arrodilla
cuando el invierno
desarma los ejércitos,
cuando el sol nos flagela
porque cree necesario
imponer su color a la piel
¿Cuántas veces dormí
pidiéndole al tiempo
que fuera mi almohada?
¿Cuántas veces dormí
reclinada a su abismo?
Yo, niña y sola,
jugaba a la maestra con el tiempo
y le mostré las vocales,
le enseñé a escribir su nombre.
Una mañana,
él ya no quiso sentarse a la silla,
ni mirar la pizarra,
ni tomar su merienda,
una vez entonces,
me quedé más sola.
Hasta que el tiempo me sentó
y llenó la pizarra
y vistió con tizas mis cabellos.
Yo jugaba con el tiempo,
niño impaciente y vengativo,
juntos recorrimos los parques
y fingimos los kioscos,
hasta conocer el circo
y descubrir en las carpas:
el pudor del payaso,
la ingenuidad del acróbata,
la fe del domador,
la desfachatez del enano.
Íbamos juntos,
sucios como el mediodía
y con un aire de ancianos,
de sabidos relámpagos.
El tiempo y yo,
una tarde, cansados de ser niños,
nos hicimos amantes
y disfruté de su cuerpo
como de un noviembre;
él se desesperaba en mis senos
y se dormía en mis tobillos;
él saboreaba mis ojos,
confundidos y amargos.
Yo me agarraba a su espalda,
y predicaba en su vientre,
y amalgamábamos sexos.
Juntos aullamos todas las ciudades,
aún cuando no hubo lunas.
Una noche sin día,
el tiempo partió
y ya no había relojes donde hallarlo,
me dejó sin paredes,
sin agujas...
Y otra vez en mi alcoba,
cuando yo apenas
balbuceaba mi nombre
para no olvidarlo,
el tiempo quiso amarme
y me besaba la frente,
pero yo sólo era un lienzo,
la súplica de la baraja
que no entiende la muerte.
Yo apresuré mis brazos a su cuello
y defendí mis raíces,
mi reconocida facultad de sufrir,
y acepté mi silencio,
mi postura de pino.
El tiempo tiene ojos
y cuando me mira,
recorro mil ciudades
entregadas a la lluvia,
mil tejados inflamados
de infancias y de inviernos.
El tiempo tiene espalda,
y siempre se voltea
indiferente a mis manos.

Selene Fallas

sábado, 7 de mayo de 2011

Recitales

¿Qué espera la gente de un poeta?
Que diga versos interesantes
o que revele un secreto sustancial.
Hay poemas que parecen un buen chiste,
otros son como cuentos vestidos de almidón.
Termina el recital y mientras Unos ahogan
su emoción de vino y pan,
Otros fuman como trenes
y Todos comentan lo mal que escriben:
Aquel, Aquella, Aquelotro y Aquellaotra.
hay dos versos rescatables
del mae con el sueter amarillo,
pero Nadie sabe lo que hace.
cada Uno se piensa el mejor,
cada Una se escucha a sí misma
como la joven promesa de la literatura costarricense
o centroamericana, ¿para qué ser modesta?
La verdad es que Todos saben lo que hacen o Ninguno,
sin embargo, creen en lo que dicen como un dios
que juzga desde el trono a vivos y muertos.
La poesía es un camino sin señales,
que de seguro llega a alguna parte:
a algún desierto, a alguna derrota,
a algún sacrificio, a alguna soledad.
Pero todos corren entusiasmados por sus vías,
inspirados por el néctar del poeta
o por la esperanza del Premio,
Otros corren impulsados
por su inflada certeza de raza superior,
Alguien todavía corre tras una musa,
sintiéndose el Viento, de un poema español.
Pero la verdad Poetas es que la última palabra
que adorne su epitafio o engorde sus arcas
será la piedra que lanzamos Unos contra Otros,
esa pesada, inútil y filosa piedra que al saludarnos
esconde lo que pensamos verdaderamente el Uno del Otro,
esa palabra que en intención es más insulto que cobija,
esa palabra que califica, clasifica y encasilla
el quehacer de los que no podemos hacer nada mejor,
esa palabra marchita y poco práctica,
poco atractiva para solicitar crédito en los bancos
o para las gentes de buena educación,
esa palabra que crispa a las suegras
y aterroriza a los niños más que “El Coco”,
esa palabra que cierra más puertas de las que abre
y acarrea más problemas que glorias,
esa palabra que no debería cambiar de género o de número,
esa palabra, diría Bajtín, vaciada de sentido
y cargada de prejuicios y de dudosa reputación.
Ahora a la salida Alguno, no sé con que intención,
me dirá Poeta, mientras esconde la mano.