lunes, 12 de julio de 2010

Un referéndum para permitir o condenar la unión civil entre personas del mismo sexo

El tema de la homosexualidad, bueno, más bien el tema de la sexualidad es tan amplio y complejo que creo que ningún ser humano podría proclamarse autoridad sobre él. La sexualidad es un tema que atraviesa nuestras vidas por todos los costados, sin embargo, es poco lo que podemos entender de ella, lo que nos ocurre con la muerte y con la vida, lo que nos ocurre con nuestros propios miedos y emociones, aún cuando teóricamente los entendamos, les pongamos un nombre, eso no los hace menos inexplicables o irracionales.
Intento entender el odio que algunas personas expresan hacia quienes tienen una abierta predilección por gente de su mismo sexo, pero no puedo. En realidad, los que tenemos preferencias heterosexuales tuvimos suerte, pues nadie nos cuestiona nuestro derecho de amar y convivir, yo puedo besarme con mi pareja públicamente, sin que sea motivo de escándalo, podemos andar de la mano y tenemos todo el derecho de formar una familia, aún cuando no nos interese procrear, nadie cuestiona nuestra autoridad moral para hacerlo; sin embargo; creo que hay bastantes casos de parejas heterosexuales que han demostrado no ser capaces de sostener una familia, son muchos los hijos de matrimonios heterosexuales los que acaban sin poder adaptarse a la sociedad, son muchas las parejas que fracasan en su intento de ser un matrimonio, esto, no ha hecho que las parejas heterosexuales seamos castigadas, aún cuando si de datos objetivos se tratara, creo que el referéndum debería cuestionar si el matrimonio debe continuar siendo una institución social o no, lo cierto es que los heterosexuales seguimos disfrutando plenamente de una serie de derechos que nos resultan incuestionables porque nos hacen la vida más fácil a nosotros.
Si una pareja se puede casar o no, si desea casarse o no, creo que incumbe sólo a dos personas, yo misma conviví con mi pareja tres años antes de estar segura de querer legalizar la situación, de firmar un papel, que para mí no cambiaba en mucho el amor y el compromiso con el que ya había asumido la convivencia. El tema es que si se permite la unión civil entre personas del mismo sexo o no, esto no cambia el hecho de que la homosexualidad siga formando parte del amplio abanico que la sexualidad despliega frente a nosotros y del cual, cada quien, toma lo que le sirve.
La homosexualidad por mucho que les duela a los homofóbicos no se acabará, no terminará si la mayoría se opone a que puedan disfrutar de los derechos que se dan por sentados para una pareja heterosexual, las parejas homosexuales que así lo desean ya conviven juntas, muchas, incluso si pasa la ley, tendrán que decidir si desean atarse por la ley de los “hombres” (creo que se esta es la mejor manera de llamar al derecho civil) a sus parejas o si desean seguir conviviendo bajo la ley del deseo, del amor, sin más.
La verdad es que una de las razones por las que no soy cristiana es porque me molesta ver como la mayoría de personas que se dicen cristianas actúan de manera tan tiránica, actitud que jamás se observa en el personaje de Jesucristo, cualquiera que haya leído los evangelios, se habrá dando cuenta de que Cristo solo se molestó una vez: no porque una mujer se prostituyera, no por una pareja de concubinos y mucho menos lo habría hecho porque dos hombres o dos mujeres decidieran amarse. Cristo se enojó contra aquellos que convirtieron el templo en un mercado, ¿porqué los cristianos no se dedican a imitar a Cristo, en vez de andar censurado lo que, si seguimos la lógica del personaje, su líder espiritual no estaría persiguiendo? Lo que a las enseñanzas de Jesús haya agregado un personaje misógino y homofóbico como Pablo, lo hizo de su cuenta, pasa con todos los discípulos, no están en todo de acuerdo con su Maestro y cuando pueden, formulan sus propias teorías. Cristo, no era un personaje que se caracterizara por juzgar o condenar a nadie.
Escuchar a Pablo sería un fuerte retroceso en cuanto a los derechos por los que las mujeres sí hemos debido pelear, Pablo se equivocó en cuanto a las mujeres, no recuerdo haber leído algún pasaje en donde Cristo obligara o mandara a callar a una persona por el hecho de ser mujer, por el contrario, felicitó a aquella que se quedó para escucharlo, en vez de tomar el lugar que según Pablo le correspondería, el de correr a la cocina para servirles a ellos, de manera que las mujeres que recurran a la Biblia para condenar a las personas que deciden amar a sus congéneres, deberán guardar silencio y permitir que sean los hombres quienes resuelvan esto.
La verdad es triste pensar cómo se ha distorsionado el discurso de un hombre, que de existir, vino a hablar de amor y hermandad. En todo caso hace más de dos mil años, me parece que ampararse en ideas tan antiguas no tiene ninguna justificación, no se hace en otros aspectos, porque claro, no conviene.
Las personas que practiquen una religión que justifica la intolerancia, deberían cuestionarse si esto es espiritualmente recomendable, creo que las personas religiosas intentan hallar en sus creencias algo que las haga puras, dignas del Paraíso, no entiendo cómo es que odiar a un grupo de personas (por la razones que sea) pueda contribuir a este propósito de enmienda. Por otro lado, los homosexuales no son los únicos que están destinados al infierno, la Biblia condena también a los ricos, pero a estos nadie los persigue para quitarles sus posesiones y salvarlos del fuego del infierno, o será que pagarán a construir agujas gigantescas por cuyo ojo quepa un ejército de camellos y con esto intentarán jugarle chueco a su Dios.
En fin, en la medida en que somos capaces de respetar las decisiones que se toman con madurez, con responsabilidad, en la medida en que dejemos de creernos con el derecho a condenar y juzgar a los demás, creo que podemos ser personas más civilizadas, yo quisiera que dejáramos de creer que gozamos de derechos que no significaron una lucha, ahora nos son dados, pero el que en Costa Rica tengamos derecho a estudiar, a trabajar ocho horas y no en situaciones de esclavitud o condiciones infrahumanas, costó la vida de muchos seres humanos alrededor del mundo, no obstante, lo que ahora nos parece tan obvio, también tuvo opositores, que igual que ahora se ampararon en la fe, en la Iglesia, en la superioridad moral para justificar la injusticia.
Yo, por lo menos, no creo que tenga derecho para decidir sobre cómo otra pareja debe vivir o expresar su amor, pero si tuviera que votar, les diría que sí estoy de acuerdo con que el Estado les conceda los mismos derechos que me concede a mí.

Selene Fallas

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